sábado, 10 de julio de 2010

Poesias de autores gallegos

ROSALIA DE CASTRO...así con mayúsculas!!!!

A la luna



I


¡Con qué pura y serena transparencia


brilla esta noche la luna!


A imagen de la cándida inocencia,


no tiene mancha ninguna.






De su pálido rayo la luz pura


como lluvia de oro cae


sobre las largas cintas de verdura


que la brisa lleva y trae.






Y el mármol de las tumbas ilumina


con melancólica lumbre,


y las corrientes de agua cristalina


que bajan de la alta cumbre.






La lejana llanura, las praderas,


el mar de espuma cubierto


donde nacen las ondas plañideras,


el blanco arenal desierto,






la iglesia, el campanario, el viejo muro,


la ría en su curso varia,


todo lo ves desde tu cenit puro,


casta virgen solitaria.


II


Todo lo ves, y todos los mortales,


cuantos en el mundo habitan,


en busca del alivio de sus males,


tu blanca luz solicitan.






Unos para consuelo de dolores,


otros tras de ensueños de oro


que con vagos y tibios resplandores


vierte tu rayo incoloro.






Y otros, en fin, para gustar contigo


esas venturas robadas


que huyen del sol, acusador testigo,


pero no de tus miradas.


III


Y yo, celosa como me dio el cielo


y mi destino inconstante,


correr quisiera un misterioso velo


sobre tu casto semblante.






Y piensa mi exaltada fantasía


que sólo yo te contemplo,


y como que es hermosa en demasía


te doy mi patria por templo.






Pues digo con orgullo que en la esfera


jamás brilló luz alguna


que en su claro fulgor se pareciera


a nuestra cándida luna.






Mas ¡qué delirio y qué ilusión tan vana


esta que llena mi mente!


De altísimas regiones soberana


nos miras indiferente.






Y sigues en silencio tu camino


siempre impasible y serena,


dejándome sujeta a mi destino


como el preso a su cadena.






Y a alumbrar vas un suelo más dichoso


que nuestro encantado suelo,


aunque no más fecundo y más hermoso,


pues no le hay bajo del cielo.






No hizo Dios cual mi patria otra tan bella


en luz, perfume y frescura,


sólo que le dio en cambio mala estrella,


dote de toda hermosura.


IV


Dígote, pues, adiós, tú, cuanto amada,


indiferente y esquiva;


¿qué eres al fin, ¡oh, hermosa!, comparada


al que es llama ardiente y viva?






Adiós... adiós, y quiera la fortuna,


descolorida doncella,


que tierra tan feliz no halles ninguna


como mi Galicia bella.






Y que al tornar viajera sin reposo


de nuevo a nuestras regiones,


en donde un tiempo el celta vigoroso


te envió sus oraciones,






en vez de lutos como un tiempo, veas


la abundancia en sus hogares,


y que en ciudades, villas y en aldeas


han vuelto los ausentes a sus lares.



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